El
chico se agacho para recoger el cubierto. No esperaba una tormenta y menos hoy,
con el buen día que estaba pasando…Pese que el olor de la tierra mojada y el
sonido de las gotas de agua al romper contra el suelo me encantaban, la idea de
que existiera la posibilidad de que hubiera rayos y truenos no me llenaba de
ilusión especialmente, no desde ‘aquel día’.
Volví
en mi al notar la mano de Nathaniel en mi brazo. Me había quedado algo pasmada
pensando en las palabras de a presentadora de televisión anunciando el
inminente temporal, algo que el chico, preocupado, notó sin duda.
- ¿De vedad que no te pasa nada? –
el chico me miró con curiosidad
- De verdad, no te preocupes- le
sonreí y pareció quedarse mas tranquilo-.
Terminamos
de comer, recogimos la mesa y nos pusimos a lavar los platos. Mientras el
fregadero se llenaba de agua Nathaniel se giró hacia mí.
- Siento que tengamos que fregar los
platos. Mi tío es un obseso de la limpieza y si no lo hiciésemos se enfadaría
muchísimo y, créeme, no querríamos verlo enfadado…jajajaja- el chico rio
suavemente mientras se arremangaba las mangas del polo negro que llevaba
puesto, dejando al descubierto sus pálidos brazos sobre los cuales advertí
algunas cicatrices..
- No te preocupes, no me importa,
además si lo hacemos juntos terminaremos enseguida
La
pila se llenó algo menos de la mitad de agua y cerramos el grifo, por lo que el
agua se quedó tranquila. Mientras Nathaniel iba a por los platos yo me quede
mirando mi reflejo en el agua. ¿Qué pudo
haber sido lo que vi antes? Entonces en ese momento llego el chico con los
platos, el vaso y los cubiertos.
- Dame, te ayudo – le quite algunas
cosas antes de que se le cayeran al suelo-.
- Gracias – el chico me miro
amablemente y se puso sobre la pila de agua. Nuevamente hubo algo que me
resultó extraño-.
La
luz de la cocina estaba encendida, ya que las nubes habían cubierto el cielo de
la ciudad concienzudamente y no dejaban pasar la luz del sol, por lo que el
interior de la casa estaba casi en penumbra pese a que todas las ventanas
estaban abiertas. Podía ver la luz de la bombilla de la sala brillando en el
agua, pero eso no debía ser así, de echo era imposible, porque Nathaniel estaba
situado justo entre el agua y la luz de la cocina. Me asome por encima de su
hombro pero en el agua solo me reflejaba yo. Sin embargo el chico estaba allí,
delante de mí, limpiando los restos de comida sobre una bolsa de plástico
situada sobre la encimera. ‘Deben ser imaginaciones mías’
- ¿Ocurre algo? –el chico se giró
despacio hacia mi pero sin llegar a mirarme a los ojos-.
- Eh..no…todo bien…-me separé de su
espalda y me puse a su lado para observar mejor el extraño suceso. Nuevamente
solo se veía la luz de la cocina reflejada sobre el agua del fregadero-.
El
chico se percató de que miraba el agua muy absorta y rápido metió un plato en
el agua salpicándonos ambos algo de espuma.
- Lo siento mucho, perdona. Se me
estaba escurriendo.. límpiate con esto. – el chico me extendió un paño de
cocina limpio para que me quitara los salpicones de espuma de la cara y de la
ropa- Ya los lavo yo no te preocupes, ¿podrías esperarme en el salón?
- No, no, te ayudo, así terminamos
ant….- el chico me miró fijamente y me cortó antes de que pudiera terminar la
frase-.
- No, hazme caso, eres la invitada..
Le
hice caso y me fui al salón. El cielo se
oscurecía cada vez más y las habitaciones de la antigua mansión se quedaban a
su vez más oscuras con el avance de las nubes de tormenta sobre el cielo
encapotado. No había llamado a mi madre para decir que no iba a comer pero
aunque no la avisé no recibí ninguna llamada, ni de ella ni de mi padre, lo
cual era algo raro. Saqué el móvil del bolsillo y llamé al teléfono e mi madre…
(pii..pii..pii…..) Pero no hubo
respuesta y saltó en buzón de voz, así que decidí mandarle un mensaje.
-Supongo
que papá se habrá quedado a comer en el trabajo y mama y Max estarán por ahí….
– dije casi en susurro dirigiéndome había mi misma-.
En
la calle se movía un fuerte viento. Podía verse como el aire zarandeaba las
copas de los árboles como si fueran briznas de hierba. Me senté en el acolchado
alfeizar de la ventana para observar el espectáculo. La luz que se colaba por
los cristales de la antigua casa era gris y apenas iluminaba aquel salón
antiguo lleno de encanto que siempre había deseado ver. Me asaltó la mente el
pensamiento de hace unos instantes, cuando estaba sobre el hombro del chico,
mirando mi propio reflejo sobre el agua del fregadero que parecía atravesar el
inmaterial cuerpo de Nathaniel que estaba justo delante de mi…Seguía sin comprender
por qué me estaba viendo a mí misma y no a la figura del pálido chico reflejada
sobre la suave superficie del agua. Estaba inmersa en este pensamiento que,
aunque imposible, no se me iba de la cabeza cuando de pronto una luz cegadora
iluminó la sala tan solo un segundo y después se oyó un estruendo que me hizo
caer del alfeizar de la ventana y gritar…. Había empezado la tormenta.
Nathaniel
vino corriendo desde la cocina con las manos aun mojadas por el agua y me vió
sentada en el suelo mirando hacia la ventana con asombro.
- ¡Raven! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué
has gritado? – el chico se arrodilló y me cogió de los hombros para ayudarme a
levantarme. Reaccioné y me levanté rápidamente del suelo-.
- Eso…era un trueno…..y antes hubo
un rayo…- dije mirando fijamente hacia la ventana. En la calle ya había
comenzado a llover y se oía el murmullo de las gotas de agua cayendo sobre el
asfalto y golpeando contra el cristal de la ventana y nuevamente apareció la
luz de un rayo seguida del estruendo del trueno-.
Cerré
los ojos y me agarré al brazo del chico con una mano. No sabía por qué lo había
hecho pero estaba asustada. No quería que Nathaniel pensara que era una niña
tonta y miedica pero no me gustaban los truenos.
- Parece que es una tormenta
eléctrica… - el chico me miró desconcertado pero pronto se dio cuenta de que es
lo que pasaba así que me cogió de la mano con la que me estaba agarrando a su
brazo y me sentó en el sofá-.
Nuevamente
sonó otra secuencia de luz y ruido que hicieron que me tapara los oídos con las
manos. La luz de la cocina se apagó y Nathaniel se levantó para comprobar que
era lo que había ocurrido. Se había ido la luz.
El
chico volvió. Oía sus pasos por el pasillo. Estaba acurrucada en el sofá,
abrazada a un cojín. Sé que no estaba bien pero no podía evitar actuar así. El chico se sentó a mi
lado, sin decir nada pero pegado a mí. Me empecé a sentir muy cansada y me estaba durmiendo, ya ni oía
el estruendo de la tormenta contra los cristales y tampoco el estruendo de los
rayos, solo de vez en cuando una luz que iluminaba la habitación y que me
dejaba ver como Nathaniel, a mi lado, permanecía recostado sobre el brazo del
sofá, con los ojos abiertos pero sin decir palabra. Por un momento deseé no
quedarme dormida porque no sabía si al despertarme él seguiría allí, muy cerca
de mí, en aquella mansión en la que siempre había deseado entrar… El sueño me
pudo y lo último que recuerdo es haberme dejado caer sobre uno de los cojines
del sofá, al lado de Nathaniel, con la agradable sensación de una mano
sosteniendo la mía…